Desde su publicación a lo largo de la década de los 40, la Biblioteca de Chapulín ha sido bien recibida y ha permanecido en el gusto de los lectores, así en la época en que vio la luz como en décadas siguientes. Sus cuentos muestran las innovaciones en materia de escritura, ilustración y edición de libros para la infancia de aquellos tiempos y son prueba de un pensamiento educativo que no se concentra únicamente en dar enseñanzas morales, civilizatorias o nacionalistas, sino que vira también hacia una educación estética que posibilita un impacto en el desarrollo intelectual y cultural de la niñez.
De acuerdo con Sarah Corona Berkin y Arnulfo de Santiago Gómez,1 después de la antología Lecturas clásicas para niños, dirigida por José Vasconcelos y publicada entre 1924 y 1925, el segundo proyecto editorial más importante que la Secretaría de Educación Pública (SEP) destinó a la niñez mexicana fue la colección Biblioteca de Chapulín, la cual contó con una pléyade de autores, traductores e ilustradores tanto nacionales como internacionales que dotaron sus páginas de una gran variedad de temas, estrategias narrativas y repertorios visuales. Entre ellos estuvieron Juan R. Campuzano, Manuel Ángel Bayardi, Alfredo Cardona Peña, José Chávez Morado, Julio Prieto, Dagoberto Dinorin, Angelina Beloff, Salvador Bartolozzi, Magda Donato y Antoniorrobles.
Merece una mención especial Miguel N. Lira, poeta y editor tlaxcalteca, quien, además de ser autor de uno de los cuentos de la Biblioteca de Chapulín, dirigió la colección desde el Departamento de Publicidad y Propaganda de la SEP durante la administración de Octavio Véjar Vázquez y parte de la de Jaime Torres Bodet como secretarios de Educación Pública, entre 1941 y 1944.
La Biblioteca de Chapulín se impregnó de las ideas sobre literatura infantil que trajeron consigo, principalmente, Bartolozzi, Donato y Antoniorrobles, quienes fueron los titanes españoles de tal materia. Sus ideas pugnaban por una literatura infantil pensada como un proyecto de desarrollo estético, intelectual y cultural, alejado del afán excesivamente moralizante y a veces incluso panfletario de la época. Su objetivo era que la niñez empezara a respetarse como etapa humana y que la literatura fuera precisamente el medio para acceder a la cultura. También buscaban potenciar la sensibilidad estética y la participación de los infantes en la lectura al actualizar el significado de los textos. Asimismo, perseguían una “renovación del lenguaje narrativo, caracterizado por la búsqueda de una visión del mundo desde los ojos del niño”.2 Antoniorrobles, particularmente, creía que esta clase de literatura infantil, junto con la lectura y la cultura, representaban las armas más eficaces y poderosas contra el fascismo imperante en la Segunda Guerra Mundial.3 Todas estas ideas coincidían con las de Miguel N. Lira, quien logró cristalizarlas en la serie de relatos de esta colección y otros proyectos en la SEP.
La colección está conformada por dieciséis cuentos, cuyo costo por ejemplar en la década de los cuarenta iba desde $1.25 hasta $3 pesos, según el volumen. Su tiraje se estima en 3 mil ejemplares4 por cada libro y su circulación era tanto nacional como internacional, de acuerdo con datos de Rosa María Fernández de Zamora y Daniel de Lira Luna5. Se vendía en escuelas, librerías y en el mismo Departamento de Publicidad y Propaganda de la SEP.
Los primeros 8 títulos de Biblioteca de Chapulín salieron a la venta entre 1942 y 1943. Estos son: Rin-Rin renacuajo, del colombiano Rafael Pombo, con ilustraciones del mexicano José Chávez Morado; Un gorrión en la guerra de las fieras, del español Antoniorrobles, con ilustraciones del mexicano Gabriel Fernández Ledesma; Canción para dormir a Pastillita, del mexicano Miguel N. Lira, con ilustraciones de la rusa Angelina Beloff; El caballito jorobado, cuento de Yerchoff, traducido por Beloff y Germán Cueto e ilustrado también por la escritora rusa; Los hermanos de Ranita, del británico Rudyard Kipling, con ilustraciones del español Salvador Bartolozzi; La hija del dragón, cuento popular chino ilustrado por Julio Prieto; La Cucarachita Mondinga y el Ratón Pérez, en versión de Rosario Rubalcava e ilustrado también por Prieto; y El mal de ojo, del norteamericano Nathaniel Hawthorne, con ilustraciones de Chávez Morado.
Entre las obras restantes, publicadas de 1943 a 1946, figuraron tres de la autora y actriz española Magda Donato: La estrella fantástica, con ilustraciones del mexicano Jesús Ortiz Tajonar; Pinocho en la isla de calandrajo, patas arriba patas abajo, ilustrado por Bartolozzi, y El niño de mazapán y la mariposa de cristal, con dibujos de Chávez Morado. Las acompañaron también La máscara que hablaba, del costarricense-mexicano Alfredo Cardona Peña, con ilustraciones del mexicano Jesús Escobedo; Jesusón, del mexicano Juan R. Campuzano, ilustrado por Prieto; Ratón Pérez contra Miguelito, de Manuel Ángel Bayardi, con dibujos de Dagoberto Dinorín; El caballero del caracol, del español Juan Marichal, con ilustraciones de su hermano Carlos; y, finalmente, El zar Saltán, cuento del ruso Alejandro Pushkin, con ilustraciones de Beloff.
Los temas que abarcan los cuentos de la Biblioteca de Chapulín van desde la dulzura de una canción de cuna para el arrullo, el deseo maternal, la muestra de virtudes caballerescas o la sabiduría de clásicos de distintas culturas como la griega, la china o la británica, hasta la respuesta fantástica ante los abusos de las potencias del Eje, la rebelión de personajes de cuentos de hadas contra el imperialismo de Mickey Mouse o la lucha por la restauración de un mundo alrevesado, entre otros.
Así, a través de las páginas de la colección se comparten algunos tesoros literarios de otras latitudes, lo cual ha entrelazado naciones de manera simbólica y ha abierto los horizontes culturales e imaginativos de sus lectores, principalmente en aquellos tiempos cuando la Segunda Guerra Mundial estaba latente y el género realista aún se oponía fuertemente al fantástico en las lecturas infantiles. En este tenor, Corona Berkin y de Santiago señalan: “La Biblioteca de Chapulín mostró en 1943 la amplitud de su panorama y su inquietud por incorporar al bagaje de nuestras lecturas infantiles la riqueza proveniente del mundo antiguo y actual”6.
La calidad de la manufactura de la Biblioteca de Chapulín es innegable; gracias a la maestría editorial y tipográfica de Lira, en conjunto con la pericia del equipo editorial y de los autores, traductores e ilustradores con los que contó. Se publicó con tipos Cochin de 14 puntos y colorido para brindar una lectura cómoda y agradable. Su papel, de gramaje alto, es más durable que el de otros libros de la época y su blancura resulta óptima para la impresión de las ilustraciones, las cuales varían en tamaño, color y posición, según el cuento, y se disfrutan gracias al formato folio de cada ejemplar.
Cabe destacar que los artistas más renombrados de los 40 —quienes desarrollaban técnicas como la pintura de caballete, la pintura mural, la ilustración, el grabado, la xilografía, la cromolitografía, entre otras— formaban parte de la construcción del proyecto estético de la época y participaron en la identidad visual de la colección vertiendo en cada uno de los cuentos su diversidad estilística.
El acervo de imágenes de la Biblioteca de Chapulín merecería un estudio individual y pormenorizado, más allá de analizarlas como ilustraciones de los textos en un papel subordinado a lo verbal. Son generadoras de contenido semántico y de repertorios visuales para los lectores que tuvieron en sus manos los cuentos a través de las muchas décadas desde su publicación, y cuyas tramas e imágenes marcaron su infancia y su idea de literatura.
Las reediciones que ha tenido esta serie de relatos son: la de Conaculta, en los años 90, en la que sólo se editaron 14 de los 16; la de algunos títulos en el programa de lectura Libros del Rincón, como Rin-Rin Renacuajo o La Cucarachita Mondinga; las de Ediciones Ulises (Editorial Renacimiento) en Sevilla, España, de El zar Saltán y La Cucarachita Mondinga y el Ratón Pérez (en inglés y español); y una edición de El caballito jorobado en las publicaciones de la Universidad de Castilla–La Mancha.
A 80 años de la publicación de su primer cuento, la Biblioteca de Chapulín sigue siendo un referente del proyecto educativo, cultural y artístico, y es, además, una pieza clave de la historia de la literatura infantil y juvenil mexicana. En este sentido, y con la finalidad de acercar la colección a antiguos lectores y a quienes, por vez primera, podrán adentrarse en la fantasía de su narrativa ilustrada con la primera edición facsimilar autorizada, la Universidad Nacional Autónoma de México, a través del Instituto de Investigaciones Bibliográficas, la Biblioteca Nacional de México, Libros UNAM y la Dirección General de Publicaciones y Fomento Editorial, se complace en ofrecer este espacio virtual que enriquecerá su conocimiento y motivará nuevos acercamientos y perspectivas de lectura.
Una versión más larga de esta información está en: Panorama de la Biblioteca de Chapulín.
Donovan Herrera
[1] Sarah Corona Berkin y Arnulfo de Santiago Gómez, Niños y libros. Publicaciones infantiles de la Secretaría de Educación Pública (México: SEP, 2011), 45.
[2] Cristina Cañamares et al., “La literatura infantil y juvenil y los exiliados españoles en México”, en La literatura infantil y juvenil española en el exilio mexicano, coord. por Pedro C. Cerrillo y María Teresa Miaja (México: Universidad de Castilla-La Mancha/El Colegio de San Luis, 2013), 124.
[3] Ibid., 117.
[4] Memoria de la Secretaría de Educación Pública 1943-1944 (México: Secretaría de Educación Pública, 1944).
[5] Rosa María Fernández de Zamora, Las publicaciones oficiales de México: guía de publicaciones periódicas y seriadas 1937-1970 (México: UNAM/IIB/IIS, 1977), 113-114, registro 456, en Daniel de Lira Luna, “La producción editorial de Gabriel Fernández Ledesma, Francisco Díaz de León, Miguel N. Lira y Josefina Velázquez de León. Su organización bibliográfica y su valor patrimonial” (tesis doctoral, UNAM, 2013), https://tesiunam.dgb.unam.mx/F/?func=direct&doc_number=000701248,152; Suma bibliográfica, vol. 1 (1946), 141, en De Lira Luna, op. cit., 153.
[6] Corona y Santiago, Niños y libros, 45.